¡Bienvenido, pequeño!

22 de mayo de 2014

El día antes de que naciera mi primer hijo estuvimos comiendo por el centro de Madrid con unxs amigxs. Nos divertimos mucho. Yo estaba tranquila y me sentía genial y más después de ese salmorejo rico. Después fuimos a casa a descansar. Por la noche mi chico, Rober, había quedado con sus hermanos para celebrar que en unas semanas íbamos a recibir a nuestro pequeño y le íbamos a ver la cara por primera vez. Así que él se fue y yo me quedé cenando y viendo una peli.

Cuando ya casi me iba a dormir mojé un poco los pantalones, así que me duché y me cambié de pijama. Al ratito en la cama me volvió a pasar lo mismo, así que de nuevo ducha y cambio. Estando de pie noté un poco de líquido recorriendo mi pierna otra vez, así que llamé a mi chico y tuvimos una conversación muy graciosa:
   - Tío, que me está saliendo un poco de líquido.
   - ¡Ostrás! ¿Y qué crees que es, líquido amniótico o tapón mucoso?
   - Pues... no sé.
   - ¿A qué huele?
   - Huele dulce. ¿Eso cuál de las dos cosas era? Mieeerrrda, no tengo los apuntes aquí a mano...

A la media hora ya estaba mi chico en casa con la cara blanca y con todos los cervecitos en sangre ya diluidos de la impresión.

Parece que sí voy a estar de parto, sí


Eran las 2:00 de la mañana cuando empecé a sentir contracciones. Yo esperaba tener un preparto con contracciones aisladas y suaves... Pues no, empecé a sentir contracciones gordas cada 5-7 minutos. Intentamos dormir algo. Yo no podía porque dolían, pero gemir me ayudaba a sobrellevarlas. Cambiaba de posturas en la cama y gemía. Exhalar el aire por la boca me ayudaba. Unos días después nos confesaron unos amigos con los que vivíamos que creían que estabamos dándole al sexo, jeje...

EmbarazadaEran las 5:00 de la mañana más o menos cuando Rober me ofreció hacerme un tacto a ver qué tal iba. En el curso de preparación al parto en Génesis nos habían enseñado. Le dije que sí, pero las contracciones eran muy seguidas y no quería que me pillara ninguna mientras lo hacía. Me resultó muy molesto, como si me provocara más dolor y viniera una contracción sin que tocara tan pronto. Nada, no le resultaba fácil distinguir lo que estaba tocando. Intentamos seguir durmiendo un rato, pero primero le mandó un mensaje a Pepa, nuestra comadrona, para decirle que parecía que algo se estaba poniendo en marcha y que le iría contando cómo estaba yo. Estábamos justo en la semana 38+0, así que no nos creíamos todavía que fuera parto y queríamos esperar a estar segurxs. Nos contestó que intentáramos descansar y eso hicimos.

A cada rato me tenía que levantar al baño. Me acordé de un relato que nos contó una chica de su experiencia en el parto. Me alucinó lo claro que describió todo lo que cagó y vomitó antes de parir. Como si el cuerpo supiera a lo que tiene que estar sin que haya ninguna interferencia de nada, como una digestión o algo así. Mejor todo fuera. Bueno, pues vomitar no vomité, pero mi cuerpo se limpió bien.

Después de tanto ir al baño ya bromeábamos entre nosotrxs: "Parece que sí voy a estar de parto, sí".

Al rato me apeteció darme un baño, así que Rober me preparó la bañera con agua calentita. Dentro estaba bien, pero no me apetecía estar mucho rato, así que iba de la cama a la bañera y de la bañera a la cama. En una de esas que fui a la bañera nos encontramos que alguien había quitado el tapón. Por aquel entonces vivíamos en comunidad, en un chalé en Madrid donde compartíamos vida con 8 personas más. La más madrugadora, y la única que tenía que ir a trabajar, pues era fiesta en Madrid, debió de flipar cuando se encontró el agua hasta arriba. Habíamos planeado un sistema de "estar de guardia" en casa por el que tenían que tener una mochilita preparada para desaparecer cuando les dijéramos que llegaba el gran momento, porque queríamos estar solxs. Pero claro, la guardia empezaba justo en la semana 38, así que no estaban preparados del todo.

A eso de las 7:00 un compañero de casa ya se estaba preparando para irse a trabajar, así que Rober salió a avisarle de que estábamos de parto para que pusiera en marcha el plan que tuviera previsto. En el camino al baño recuerdo que me crucé con otra compañera, que me vio desnuda con una toalla y me dejó paso rápido. La sentí un poco agobiada, pero yo estaba tranquila.

El tiempo pasaba y las contracciones seguían a un ritmo fuerte. Cada vez eran menos espaciadas y el cansancio de no dormir empezaba a estar presente.

Volvimos a llenar la bañera y ya cada vez pasaba más tiempo allí. Seguía yendo de la cama al agua, pero cada vez que salía el dolor se intensificaba. Decidimos hacer otro tacto para ver cómo iba la cosa porque las contracciones eran constantes y muy dolorosas. Me volvió a resultar incómodo. Siendo mi pareja y aún así no me sentía bien con él “urgándome” y la contracción venía más fuerte. No me quiero imaginar por lo que tienen que pasar todas las mujeres que se someten a tantos tactos protocolarios sin pedirlos, sin preverlos, sin necesitarlos...

Rober me miró y me dijo: "¡Está nada más meter los dedos y no abarco la cabeza entera! Llamamos ya a Pepa, no?" (risas).

La siguiente vez que me metí en la bañera ya no salí. Estaba bien ahí dentro, cansada pero serena. El dolor seguía siendo muy intenso, pero casi me podía dormir entre contracciones. Estaba agotada de no descansar. No sabía cuánto quedaba y eso me preocupaba. Recuerdo estar con los ojos cerrados y ver todo de color verde durante un momento. En cada contracción pedía agua: más agua caliente en la bañera para hacer más llevadera la ola, un sorbito de agua fresquita porque el cuerpo me pedía beber traguitos y un trapo mojado con agua para ponerme en la cabeza y el pecho, para no sentir tanto calor. Imaginaos que lío para Rober que me daba agua cuando la pedía, pero no siempre acertaba a cuál de las tres aguas me refería.

A eso de las 10 de la mañana ya se oía ajetreo por la casa. Todxs se estaban preparando para irse y dejarnos solxs. Recuerdo oír a otra amiga muy nerviosa decir algo así como: "si necesitáis algo avisad: tijeras, toallas calientes..." Me sacó una sonrisa.

Después de eso la casa se quedó en calma y al ratito llegó Pepa cruzándose con lxs últimos que ya se iban. Me transmitió muchísima calma su entrada. Se sentó en el váter y esperó. Al rato me propuso hacerme un tacto para saber cómo iba. Por una parte no me apetecía nada porque se me intensificaba el dolor en la contracción, pero por otro... quería saber de cuánto estaba, cuánto me faltaba! Le dije que sí.
   - ¡¡¡Estás de 8 centímetros!!!
   - ¡¡Jo, me falta un montón!!
   - No, ya estás casi. No te queda nada.

Estaba agotada y las contracciones eran difíciles de soportar. Rober estaba siempre a mi lado. Lo necesitaba cerca. Mi cuerpo empezó a moverse como llevaba haciendo todo el rato. Se movía solo. Ahora empezó a moverse como meciéndose en el agua y haciendo olas de un lado a otro de la bañera. En un rato ya había dilatado del todo.

Como si te partieses por la mitad


Pepa me propuso un cambio de postura. Intenté a 4 patas pero la contracción así me dolió mucho más. Estaba más cómoda tumbada, incorporándome en cada pico de dolor. Rober me ayudaba sosteniéndome para quitarme peso de los brazos. Recuerdo perder un poco el control con la respiración, casi hiperventilando y sentir las manos de Rober y Pepa en mis hombros. No hicieron falta palabras. Sólo sentirlos respirando tranquilxs hizo que me uniera a su respiración calmada.

Me agobiaba no sentir ganas de empujar por no saber cuánto faltaba, por saber si iba a poder aguantar. Pepa me animó a probar a empujar a ver qué pasaba. Al rato empezaron las ganas tremendas de empujar y empujar. Me puse en cuclillas y en cada contracción empujaba con todas mis fuerzas. Gritaba como nunca antes lo he hecho. El abrir la garganta me aliviaba muchísimo.

Nico recién nacidoCuando la contracción empezaba a alejarse me relajaba tumbada. Y cuando sentía que venía mi cuerpo se colocaba de nuevo. Me metía los dedos y no le tocaba. “No bajaaaa” Me deseperaba. Así seguí y seguí. Sentía que si empujaba un poco más ya saldría y lo hacía, pero parece que el cuerpo es sabio y es mejor poco a poco.
El aro de fuego. Había leído sobre él, pero nada te hace imaginar lo real que es. Cómo empiezas a arder, a sentir cómo si te partieses por la mitad. Un dolor indescriptible. De repente salío la cabeza. ¡Guaaau!. Ya no sentía nada. Pasar de un dolor inmenso a la paz más extrema en un segundo. No me lo creía. Empecé a mover la cadera dentro de la bañera. Rober con las manos debajo alucinando y asegurándose que no le diera en la cabecita con los grifos de la bañera porque con la relajación repentina se me iban un poco los movimientos en cuclillas. Nico tenía la bolsa íntegra así con la cabecita fuera y el cuerpecillo dentro. Me quedé esperando a la siguiente contracción, tranquila, feliz... Pepa me dijo : ”¡venga que ya está aquí!” y me sugirió otra postura. Me levanté y puse un pie en el borde de la bañera. Sólo tuve que empujar un poco para que se deslizara. Rober lo cogió. Ahí se rompió la bolsa. Ya estaba con nosotrxs, pequeño, escurridizo... A las 13:30h. No sabía si reír o llorar así que lo hice todo al mismo tiempo. Rober me lo puso en el pecho. Mi pequeño. Nos taparon con toallas y nos fuimos a la cama.

Placenta, el árbol de la vidaLa placenta, el árbol de la vida, salió a los 20 minutos. Fue placentero expulsarla, como su nombre indica. Pepa miró que estuviera entera y le enseñó a Rober los detalles. Yo no me fijé en ella. Ni la vi. Estaba absorta mirando a mi cachorro y oliendo todos sus poros. Fue en mi segundo parto cuando vi con atención lo que había sido alimento durante toda la gestación. Una maravilla. Rober y Pepa se fueron a la cocina a prepararme un zumo con un trocito de placenta. Nos quedamos solos un rato en silencio, en paz. Nos miramos, nos olimos... Desde ese momento ya te amé para siempre.

El zumo me supo a gloria. El resto de placenta la congelamos.

Al ratito Nico ya se enganchó a mi teta y Pepa me exploró para ver que estaba todo bien, que el útero volvía poco a poco a su lugar. Lo pesó y lo midió. Casi 3 kilitos de puro amor en 50 cm de personita. Era perfecto.

Después ya nos quedamos solos y nos tumbamos en la cama lxs 3. Comimos algo. Ya podíamos descansar,  dormir algo, pero yo no podía cerrar los ojos, no podía dejar de mirarle. ¡Era precioso!

No te esperábamos tan pronto, pero ¡Bienvenido, pequeño!

Mi segundo parto fue algo diferente...



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