Hay días

11 de mayo de 2015

Me considero una persona en continua formación. No me refiero a formación académica. Más bien a la formación de mi ser.

Todxs cargamos con nuestras piedras en la mochila.

Desde que soy madre siento que es cuando más me estoy trabajando que esas piedras sean ligeras y, sobre todo, el no pasarle la mochila llena a mis peques. Considero que son ellxs lxs que tienen que ir llenándola de cosas que les sirva para su vida. No es fácil.

Llevo años en el camino de deshacerme de las cargas, las que no son mías, las que no me pertenecen. Es todo un trabajo de vida. Cuesta, porque están ahí desde el principio, aunque es bueno verlas, reconocerlas y saber de ellas. Así, es más fácil dejarlas ir, o... eso pienso a veces.

Me considero una madre atenta, cariñosa, presente y respetuosa. Aunque hay días en los que no soy así. Y... ¡ni trabajo de cargas ni leches! Días como los de hoy donde no me siento a gusto con nada, donde me paso el día negociando con mis hijxs por tooooodoooo, donde la palabra mami me retumba en la cabeza, donde me molesta dar teta a cada rato,...

Hay días...
 

Hay días en los que la mochila pesa más y todo se hace más difícil.

Hay días en los que yo no quiero cuidar. Quiero que me cuiden a mí y no estar pendiente de todo el mundo.

Hay días en los que mi niña interior grita con rabia pidiendo atención.

Hay días en los que quiero estar sola. Solo yo. Y no me siento con fuerzas para acompañar a mis hijxs. Ni a mi pareja. ¡Ni siquiera a mí misma! Necesito soledad para re-conectarme.

Hay días en los que siento enfado. Quizás no por algo del presente, o sí, pero enfado o frustración, que afecta a mi familia.

Hay días... y luego están sus noches. Días duros y noches sin dormir bien, que agotan cuerpo y mente.

Días largos y noches eternas donde el Sol no quiere dejarse ver.

Y de repente... veo ese rayo que me ilumina, ese atismo de luz... y me agarro con fuerza. Son los pequeños gestos los que me hacen levantar: una palabra de Nico, una flor recogida con amor, la carita de Emma sonriéndome, una frase con lengua de trapo, el abrazo de mi compañero y las risas (sabiendo que él tampoco ha dormido mucho)..
Días difíciles que cambian su rumbo con pequeñas cosas.
Días que empiezan mal y acaban bien. Aunque he de decir que no siempre acaban así. Algunas veces acaban con todxs enfadadxs y agotadxs. Otras veces, como hoy, acaban encauzando solxs sus emociones aunque yo acabe agotada y repitiéndome mentalmente el mantra Ooooooooom. Seguro que me entendéis.

Aún así... ¡GRACIAS! Porque sigo aprendiendo.

Después de momentos así, intento hablar con mis hijxs, a veces con las lágrimas brotándome a chorro.
Les explico qué me ha pasado cuando sé de dónde viene mi enfado o les cuento mi frustración por no saber la raíz de todo.
Les cuento por qué he actuado de determinada manera, por qué no quería jugar o por qué estaba enfadada...
Me gusta que me vean y me acepten como soy, con mis defectos, llorando a mares, gritándole a las paredes o dando cojinazos para sacar mi ira.
Y para que vean que siento emociones.

Algo fundamental que necesito hacer después de días así es...
Decirle que lo siento cuando me he equivocado.
Decirles: Te quiero, siempre, aunque esté enfadada.

Porque hay días, momentos puntuales, ratos largos... donde no todo empieza o acaba  bien.

Espero que vuestro lunes haya sido mejor que el mío. Mañana será otro día ♡



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