La puerta del baño por dentro
Hoy me siento a escribir un poco desde el humor, que siento que es imprescindible para sobrellevar algunos días.
Hace unos meses me fui con una amiga a un spa y a cenar. No os penséis que es algo normal en mi vida. ¡¡NO!! Hacía años que no hacía algo así y me sentó realmente bien. Comer sin interrupciones, mantener una conversación de principio a fin, escuchar con atención lo que la otra persona me está contando... En fin, ¡qué os voy a contar!
Y es que hay momentos en esta forma de maternar en los que es difícil compaginar tus necesidades básicas como comer, ducharte, dormir o... ¡cagar!, con las demandas de los peques.
En casa lo normal es sentarnos a comer todos juntos y, al ratito la peque se me sube encima para comer de mi plato, beber de mi vaso y tomar teta. Eso se traduce en que yo, cuando consigo sentarme a la mesa, es para engullir a toda velocidad todo lo que tenga a mi alcance. Da igual la cantidad de comida que ellos hayan ingerido, que siempre vienen y piden algo de lo mío. Me acuerdo de esos momentos hace años cuando me reservaba ese trocito delicioso para el final. Bueno, lo recuerdo ya algo borroso como si fuera un sueño. Ahora lo miro, y como una leona me avalanzo encima del plato para intentar degustar o... pillar cacho.
Lo de la ducha lo llevamos mejor. Hemos conseguido que ese sea el rato diario donde se me permite tener la mampara de la ducha cerrada (la puerta del baño no, claro) para mi momentazo zen de agua caliente. Momento que compagino a la perfección con los toquecitos en la mampara, los “sustos” y los diferentes juegos y conversaciones con el sonido del agua de por medio. Después, claro, les toca a ellos su ratito de meterse y jugar con el agua mientras se “duchan”.
Lo de la puerta del baño no sé si os resultará familiar pero en mi caso es algo así como lo relato a continuación:
El momento “me cago” en nuestra casa se detecta por telepatía. Mi chico y yo nos hacemos unas miradas en código y, por arte de magia, uno de nosotros desaparece, o lo intenta, para poder evacuar lo que pueda, digo... para lavarse las manos, ejem. Él lo suele tener más fácil llevándose hasta lectura y todo. Algo con lo que yo me pego unos rebotes de alucinar. Leer en el baño, ¡qué injusto!
Mi momento “me cago” es más o menos así:
Ostrás, ostrás. 3 silbidos más tarde y una vez en el baño me dispongo a cerrar la puerta.
Una vez sentada, una ligera mueca de sonrisilla aparece en mi rostro, cuando de repente un ruido ensordecedor resuena en mis oídos. Es el pomo girando repetidas veces y unas vocecillas que dicen algo así: “¿Dónde está, mami? Casi sin tiempo de parpadear y sin saber cómo ha ocurrido... Emma está sentada encima de mí, le estoy montando un lego a Nico, un gato se coloca sospechosamente en la tapa del vidé mientras me mira con cara del gato de Shreck y empiezan a suceder cosas. Todo pasa muy rápido. Emma se baja a tomar teta, Nico se sube, el gato en mi chepa... y esas palabras máginas de uno de ellos: “Mami, quiero hacer caca”. ¡Noooooooo!
Bueno, parece que, después de diferentes maniobras, un poco de ayuda de mi chico con estrategias varias de distracción (cuando no estoy sola) y tras unos pequeños trucos conseguimos que se vayan al otro lado de la puerta... No sin antes ver cómo el papel higiénico se va rodando por arte de magia a 3 metros de donde yo estoy sentada (lavándome las manos, ejem).
No sé cómo consigo hacer esto a diario, pero definitivamente “lavarse las manos” en mi casa es muy... pero que muuuuy complicado.
Creo que algún día de estos conseguiré concentrarme en esa lindas formas que hace la madera del lado de dentro de la puerta del baño. Esa parte de la puerta que no consigo ver más de 2 segundos seguidos. Esa que veía hace años imaginando historias con sus lindas vetas, sin prisas...
¿Y cuando dejen de hacerlo qué pasará? ¿Podré retomar mis hábitos con “normalidad” y hacer de otra manera estas cosas del día a día? ¿Quizás una parte de mí echará de menos esa demanda constante y esa necesidad de mami?
Gracias por hacerme más llevadero el martes. Me he reído un rato ;)
porteando! Jej
normalmente me visto
con un niño en la
chepa! Una gozada!
abierta...lo que hace la costumbre :P
Yo que pensaba que esa era
una etapa más corta...
Mi hija tiene 3 años y
seguimos con la puerta
abierta!
Me encanta ver que no
somos las únicas!
Jajajaja...
Gracias de nuevo Otanana,